viernes, 25 de diciembre de 2009

Una sociedad violenta

La sociedad vikinga era una sociedad violenta: en casi todas las tumbas de varones se han encontrado armas. Un guerrero bien equipado debía tener espada, escudo de madera –con un abultamiento de hierro en medio para proteger la mano–, lanza, hacha y arco con unas 24 flechas. El yelmo y la armadura que llevan casi siempre los vikingos de grabados modernos, son sumamente raros en los hallazgos arqueológicos. Los yelmos con cuernos, tan corrientes en el "equipamiento vikingo" de las estampas, no se han encontrado jamás entre objetos genuinos de la época vikinga.




Incluso en tumbas con abundancia de armamento, podemos hacernos una idea de quehaceres más pacíficos: junto a las armas, yacen hoces, guadañas y azadones. Junto al herrero, martillo, yunque, tenazas y lima. Acompañan al campesino costero –a menudo enterrado en su embarcación– sus aparejos de pesca. En sepulturas femeninas hallamos joyas personales, utensilios de cocina y textiles. También las mujeres, frecuentemente, eran inhumadas en embarcaciones. Los objetos de madera, de cuero o textiles, rara vez se conservan, con las consiguientes lagunas en nuestro saber. En algunas pocas sepulturas, la tierra ha preservado los objetos mejor de lo habitual. A lo largo del fiordo de Oslo, bajo la turba, hay arcilla plástica tan estanca que no deja pasar el agua ni el aire. Algunas tumbas han permanecido como "en conserva" más de mil años, ofreciéndonos una gama completa de ofrendas fúnebres. Los hallazgos funerarios de las embarcaciones de Oseberg, Tune y Gokstad, que pueden verse en el Museo de Barcos Vikingos (Vikinskipshuset) de Bygdøy (Oslo), son ejemplos magníficos de material legado a la posteridad por afortunadas condiciones de conservación. No sabemos a ciencia cierta quiénes eran los muertos, pero el lujo y suntuosidad indican que pertenecían a la alta clase social; tal vez fueran miembros de la estirpe real que, algunas generaciones más tarde, uniría Noruega en un solo reino.



Las tumbas de Oseberg, Gokstad y Tune acaban de ser datadas mediante un análisis de los anillos de la madera de roble. La nave de Oseberg fue construida alrededor de los años 815-820 d.C., y el entierro puede fecharse con exactitud: tuvo lugar en 834. Los barcos de Gokstad y Tune se construyeron en los años 890 y se enterraron un poco después del año 900. En las tres tumbas, las grandes naves fueron utilizadas como cámaras mortuorias. De la nave de Tune sólo se ha conservado el fondo; la tumba ha sido despojada de casi todos los objetos, pero queda lo suficiente para ver que la embarcación, originariamente, era de la misma buena calidad que las otras dos. El barco de Tune tenía unos 20 m. de eslora; el de Oseberg, unos 22 m.; y el de Oseberg, alrededor de 24 m.



En los funerales, la embarcación era sacada a tierra y depositada en un hoyo cavado en ella. Detrás del mástil se erigía una cámara funeraria, donde se depositaba el cadáver sobre un lecho, ataviado con su mejor vestimenta. El resto de las ofrendas mortuorias se traía a bordo, se sacrificaban caballos y perros y se levantaba un alto túmulo sobre la embarcación. Un árabe que viajaba por Rusia a finales del siglo IX, se encontró un cortejo vikingo similar que estaba realizando el enterramiento de un caudillo. Ibn Fadlan escribió el relato de lo presenciado, que se conserva: La nave del difunto es sacada a tierra, y se llevan a bordo abundantes objetos preciosos. El muerto es ataviado con su mejor indumentaria y depositado en un lecho. Una esclava que ha elegido seguir a su señor en la muerte, es sacrificada junto con un caballo y un perro de caza. Se prende fuego a la embarcación, con su contenido, y, sobre los restos se erige un alto túmulo. Se han hallado barcos funerarios incinerados en los países nórdicos y otros lugares de Europa occidental, pero las grandes sepulturas de la región de Oslo no están quemadas. En el barco de Gokstad yace el cadáver de un varón, y es probable que el de Tune haya sido una tumba masculina. En la embarcación de Oseberg había dos mujeres enterradas. Los esqueletos muestran que una tendría 50-60 años de edad, y la otra, 20-30. Quién es la finada principal y quién la acompañante, nunca lo sabremos.



Las tumbas de Oseberg y Gokstad han sido profanadas, de modo que han desaparecido las joyas y armas suntuosas que hubieran originalmente. Por el contrario, los objetos de madera, cuero o textiles, carentes de interés para los profanadores, se han conservado hasta nuestros días. Se han hallado restos de sepulturas similares en otros lugares, y parece que era costumbre habitual sacrificar perros y caballos y depositar lujosas armas, utensilios como remos y planchas de desembarco, cazos y ollas para la tripulación, tiendas de campaña y, a menudo, finas vasijas de bronce importadas, que, seguramente, contenían alimentos y bebida para el difunto.



La nave de Oseberg no muestra rastro de armas, como es razonable tratándose de una tumba femenina, pero, por lo demás, contiene el utillaje corriente. Junto a la difunta de más rango yacían objetos que simbolizaban su dignidad como ama de casa y administradora de una finca importante. Hemos de suponer que las mujeres asumían la responsabilidad principal de la explotación de las granjas mientras los hombres llevaban a cabo sus expediciones. Al igual que muchas otras féminas, la señora de Oseberg era seguramente una dama autoritaria y muy respetada, ya estuviera con otras mujeres hilando o tejiendo, o vigilando las faenas agrícolas o la producción de leche, queso y mantequilla. Además de la embarcación, había un carro y tres trineos. Ya se hiciera el viaje al más allá por tierra o por mar, era importante realizarlo de acuerdo con la posición social: se habían sacrificado suficientes caballos para tirar del carro y de los trineos.



Tienda y ollas, útiles textiles, arcas y cofres, artesas, cubos de leche y cazos, cuchillos y sartenes, palas y azadones, silla de montar, cadenas de perro y otras muchas cosas, yacían depositadas en la tumba. Para manutención durante el viaje al reino de los muertos, se habían sacrificado dos bueyes. En la enorme artesa se había colocado masa de pan de centeno, y, en un cubo ricamente decorado, manzanas silvestres para postre.



Gran parte de los objetos de madera descubiertos están profusamente tallados. Al parecer, hubo muchos artistas y artesanos trabajando en la hacienda. Incluso útiles de uso corriente, como la lanza de los trineos, están cuajados de finos grabados en madera. Aparte del hallazgo arqueológico de Oseberg, conocemos el arte vikingo por joyas de metal de pequeño tamaño. Los motivos son similares a los de la talla en madera, predominando los zoológicos: animales fabulosos que se retuercen y entrelazan formando un tupido diseño desordenado. El tallado es de técnica avanzada: los artistas al servicio de la señora de Oseberg serían seguramente tan diestros con el punzón y el cuchillo de monte como en el manejo de la espada.



También el barco de Gokstad es obra de un artista de talento, aunque los hallazgos no sean tan ricos en objetos tallados como el de Oseberg. El barco de Oseberg tiene un francobordo bajo y no era, probablemente, tan navegable como las naves de Gokstad y Tune. No obstante, indudablemente podía aguantar la travesía del mar del Norte, y es posible que sea un ejemplo típico de los barcos que se usaron en los primeros ataques vikingos alrededor del año 800. Una copia moderna ha resultado ser muy rápida, aunque difícil de gobernar. Las tres naves de Oseberg, Gokstad y Tune fueron más bien embarcaciones de viaje para los ricos y poderosos, y no estaban pensadas para transportar guerreros. El barco de Gokstad tiene excelentes aptitudes marineras, mejores que las del buque de Oseberg, lo que se ha demostrado con copias modernas que han atravesado el Atlántico. La forma del casco hace que la embarcación se desplace con rapidez, bien a vela o con 32 hombres a los remos. Incluso con la tripulación completa, su calado no sobrepasa el metro: el barco, pues, era ideal para efectuar ataques rápidos. Es posible que la experiencia adquirida con los continuos viajes por mar, a principios del siglo IX, provocara cambios rápidos y mejoras en la forma del casco de las naves vikingas. De ser esto cierto, la diferencia entre el barco de Oseberg y el de Gokstad podría ser el resultado de la experiencia de dos generaciones navegando por el mar del Norte... y de muchas horas de discusión entre constructores navales ávidos de innovaciones.

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