sábado, 26 de diciembre de 2009

Política y Territorio de los pueblos Iberos

Política y territorio




No puede entenderse la conducta individual sin su relación con el resto de la comunidad. Hablamos de política. Este concepto tiene un profundo arraigo mediterráneo, y su expresión es la plaza pública, el mercado, la ciudad. Se habla de la ciudad ibérica; ¿cómo podemos definirla?



Las murallas

Aproximándose desde el campo a una ciudad ibérica, lo primero que podría ver un viajero serían sus murallas. La función de éstas era, por supuesto, proporcionar defensa en caso de un asalto militar. Pero el recinto con el que delimitaban la población significaba mucho más. Alguien ha dicho que las murallas eran como “rostros de piedra” de la población, porque en ella se reflejaba el sentimiento de sus habitantes de que formaban una comunidad organizada y autosuficiente. De hecho, el tamaño y la complejidad de estas obras exigía una gran coordinación y muchas horas de trabajo.

El mosaico de Sailacos en Elche (Alicante), de época iberorromana y con inscripción en lengua ibérica, representa una ciudad amurallada protegida por numerosas torres. Refleja una ciudad ideal con la casa en el centro. La riqueza del interior se siente protegida y aislada del exterior.



Plazas, calles y callejuelas

Una vez dentro, lo que podríamos ver dependería del emplazamiento de la ciudad. Cuando ésta se construía sobre un cerro amesetado, las calles principales formaban manzanas de casas más o menos rectangulares, y a veces se ensanchaban formando pequeñas plazas en torno a las cuales se abrían las viviendas . En cambio, cuando el solar urbano tenía fuertes desniveles, las calles remontaban la pendiente zigzagueantes, delimitando hileras de casas encajadas en la ladera.

Aunque la mayoría de las calles eran simples caminos de tierra, a veces estaban equipadas con aceras y empedradas o pavimentadas con losas de piedra. En algunos casos su complejidad debió de exigir una planificación y esfuerzo comparable al de la construcción de las murallas. Abandonar estas vías principales suponía adentrarse en un laberinto tortuoso de callejuelas en las que a veces no quedaría claro donde terminaba el dominio público y dónde empezaba el privado y doméstico.



Instituciones ciudadanas

La base del gobierno de estas ciudades eran las relaciones de clientela.Esta palabra procede del latín “cluens”, que significa “el que obedece”. Los lazos que así se creaban son en cierto modo comparables a los de la “Mafia” en el sentido de que la protección

que un hombre poderoso proporcionaba a gente más humilde, significaba para esta última la imposición de gravosas obligaciones. No obstante las elites ibéricas no podían imponer sin más su voluntad, así que justificaban su posición a través de prácticas que resaltaban la necesidad de su existencia para el resto de la comunidad. En la cúspide social podía figurar un rey, que tendió a dejar de ser un monarca absoluto, para pasar a considerarse como el mejor y más apto entre un restringido círculo de aristócratas. Éstos se organizaban en asambleas formadas por los

representantes de las principales familias.

Con el paso del tiempo la organización de la ciudad se hizo más compleja, y surgió la necesidad de crear cargos especiales para ocuparse de funciones como la acuñación de la moneda o el cobro de tributos . También hubo cambios religiosos, como el desarrollo

de un culto a dioses protectores de la ciudad, que requerían del servicio de sacerdotes.

Todo esto se ve reflejado en la arquitectura de la ciudad. Se construyen almacenes para el grano y otras riquezas, edificios y espacios abiertos para las reuniones de la asamblea, así como templos.

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